A.Z.C.A.
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A.Z.C.A. se plantea como un retablo capitalista: el proyecto desarrollado en el centro financiero de Madrid se erige en un montaje apabullante, donde la arquitectura cae encima al espectador. En su disposición, el recorrido comienza con los emblemáticos rascacielos, avanza hacia la zona central y culmina en la parte inferior con los conocidos como «bajos de AZCA», rompiendo así la bidimensionalidad característica de la fotografía y dotando a la propuesta de espacialidad.
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A.Z.C.A. surge en un contexto arquitectónico que refleja las tensiones entre lo vertical y lo horizontal, en una época en la que la ciudad se veía desafiada por las nuevas concepciones de urbanismo y expansión. La ciudad vertical como se describe en novelas tales como Rascacielos de J. G. Ballard se convierte en el paradigma de la modernidad. A.Z.C.A. se desarrolla como testimonio de esta nueva forma de pensar la ciudad, ya que no sólo se extiende hacia los lados sino que también se proyecta hacia arriba en busca de nuevos horizontes de crecimiento.
Sin embargo, esta verticalidad no solo se presenta como signo de progreso, sino que en su materialización, también se convierte en un espacio de contradicción social. Mientras que los rascacielos dominan la zona, se encuentran acompañados por “los bajos de A.Z.C.A.”, una representación de las desigualadades sociales. La relación entre estos dos niveles -el superior y el inferior- refleja una segregación, donde la grandeza de los edificios está asociada con el poder y el éxito, mientras las zonas bajas representan la desigualdad, un contraste evidente en la estructura urbana.
Al caminar la presencia de los rascacielos se siente tanto inaccesible como atrayente. Desde la distancia, parecen ser casi irreales, como una representación de lo abstracto y lo lejano: el poder, el dinero y el éxito. En contraposición, la cercanía a “los bajos”, el nivel de la calle, ofrece una visión más cruda y directa de la realidad, que se aleja de la fascinación por las alturas y se conecta con la vida cotidiana. Este contraste entre lo abstracto y lo concreto, entre lo inaccesible y lo inmediato, se convierte en un comentario sobre la disparidad de las clases sociales dentro de una estructura capitalista.
La referencia al Juicio Final de Miguel Ángel añade una capa crítica y simbólica al espacio arquitectónico. El corte transversal de A.Z.C.A., en su jerarquía espacial, parece reproducir la división entre los Cielos y los Infiernos, con los rascacielos representando lo Divino mientras que las zonas inferiores, “los bajos”, se convierten en una suerte de infierno urbano, donde las clases sociales más bajas se concentran. Este contraste, junto con el entramado laberíntico del espacio, fuerza al espectador a transitar entre diferentes niveles, tanto físicos como sociales y hace visible una ironía en la distribución de las jerarquías: el poder capitalista se posiciona en las alturas, mientras que el resto de la sociedad debe conformarse con lo terrenal.
En definitiva, A.Z.C.A. no solo es un reflejo de la modernidad arquitectónica, sino también una representación de las tensiones y desigualdades inherentes al sistema económico que las sustenta. La disposición formal de sus elementos es un juego visual y simbólico que invita al espectador a cuestionar la jerarquía de los espacios y, por extensión, la jerarquía social.
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A.Z.C.A., acrónimo de «Asociación Mixta de Compensación de la Manzana A de la Zona Comercial de la Avenida del Generalísimo» surge a principios de los años ‘70 en el contexto de la llamada “ciudad vertical”, una idea de planificación urbanística que buscaba que la ciudad no se extendiera tan sólo horizontalmente sino que también aprovechara la parte inferior de los edificios: en el caso madrileño, los llamados “bajos de A.Z.C.A.”.
El desarrollo del proyecto comenzó como un intento de realizar un corte transversal de A.Z.C.A. y terminó siendo un paradójico retablo capitalista: las fotografías tomadas en la zona central y de los bajos mantienen el punto de vista a la altura de los ojos con el que veríamos la zona en caso de pasear por ella. Los rascacielos, sin embargo, se ven contrapicados, cayendo encima al espectador; igualmente, se establece una dicotomía entre la zona central y ”los bajos” como algo concreto, identificable y los rascacielos, visibles sólo en su forma y apariencia, lejanos y abstractos.
A la hora del montaje, la imagen recuerda al retablo de una Iglesia barroca, en la cual las posiciones bajas y centrales, dedicadas a lo terrenal, los pecados y el Infierno han sido sustituidas por los bajos de A.Z.C.A. y las zonas transitables al público, mientras que la posición de lo celestial ha quedado sustituida por los rascacielos con todas las implicaciones aspiracionales que se les atribuye en cuanto a poder social, económico éxito etc: se establece de este modo una correlación entre lo celestial -lejano, abstracto, pero aspiracional- y los rascacielos y lo terrenal -mundano, identificable, concreto- con las zonas transitables por el gran público.
La elección de la fotografía en blanco y negro, así como del uso de cámara técnica permite realizar una correlación entre los elementos formales, ayudando a establecer simetría y guiar la mirada; el título, por otro lado, fragmentado, hace hincapié tanto en la disposición de las fotografías pretendiendo recalcar que, aún siendo un conjunto, éste se conforma de elementos dispersos, además de hacer un guiño a lo desconocido y secreto del lugar, al tratarse de un acrónimo cuyo significado es ignoto al salir de círcuitos especializados.
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Fotografías realizadas en película blanco y negro posteriormente digitalizada; la mayoría han sido realizadas con cámara técnica para poder establecer una corrección de la perspectiva que llevara a la correcta disposición de los elementos.
Impresiones realizadas en plotter con cartulina de 140 g, montadas sobre tablero de fibra de densidad media (MDF) de 3 mm de grosor posteriormente pintado de negro. Esquinas de la parte superior cortadas emulando la disposición de un retablo eclesiástico.
Dimensiones totales del montaje de 350 x 180 cm, considerando en él los márgenes entre las imágenes, así como:
- 7 fotografías de 60 x 62,5 cm
- 8 fotografías de 40 x 50 cm
- 4 fotografías de 45 x 36 cmLa propuesta lumínica se basa en una iluminación contrapicada, empleando dos focos LED blancos cálidos (3000K-3500K) dispuestos en los extremos del retablo y orientados a 30º hacia el interior. Esta disposición genera una luz ascendente que proyecta hacia arriba, aportando un carácter místico y teatral al conjunto. La temperatura cálida seleccionada favorece una atmósfera acogedora y espiritual. La iluminación está especialmente pensada para realzar el retablo, destacando sus detalles sin alterar su plano, creando una atmósfera solemne que potencia su presencia simbólica.